El Athletic toca fondo

¿Quién mató a Kennedy? ¿Existen los extraterrestes? ¿Dónde están los restos del Arca sagrada? A todos estas preguntas que se hace la humanidad habría que añadir la referente al Athletic de Ernesto Valverde, que ha desaparecido del mapa sin dejar rastro.

Hablamos, cómo no, del Athletic que nos maravilló a todos la pasada campaña. A ese Athletic que, hace bien poco, fue capaz de pasar por encima del Nápoles, que se dice pronto, en la competición que esta noche ha empezado a tirar por el desagüe.

¿Cómo puede cambiar tanto un equipo de una temporada a otra? ¿La ausencia de Ander puede explicar por sí misma este desaguisado? ¿Era Iturraspe el que jugó este martes en Borisov o un señor que se le parece?

Uno no sale de su perplejidad, así que se imagina cómo puede estar ahora mismo el termómetro del cabreo en la muy noble Bilbao. Porque hay partidos malos y partidos indefendibles. Partidos que uno pierde porque el rival es mejor y partidos en los que uno casi no sale en la foto por incomparecencia.

El duelo de este martes en Bielorrusia era uno de los más importantes para el Athletic en el último lustro. Corríjanme si exagero. Tras el inicial empate frente al Shakhtar Donetsk en San Mamés, los 'leones' necesitaban dar un golpe en la mesa ante el modesto BATE, que partía como perita en dulce de un grupo muy igualado por lo que a los tres restantes contendientes se refiere.

A todo ello se sumaba la mala racha del equipo en Liga. Mala racha de fútbol y resultados, que no es lo mismo. Así que la reacción era impostergable. El Athletic necesitaba ganar en Borisov. Ganar y convencer, para empezar a enderezar un rumbo que se había torcido cuando aún no se habían apagado los ecos de las últimas celebraciones.

Ese era el plan. Esa era la única opción posible para un equipo en entredicho, pero en cambio ha llegado esto. Y ahora, ¿qué? La respuesta la debería tener Valverde, que para eso le pagan, así que nosotros nos limitaremos a resumir el espectáculo dantesco escenificado por los hombres del 'Txingurri' en el Borisov Arena.

El Athletic saltó al campo a verlas venir, como esperando que su teórica superioridad se fuese plasmando sobre el césped como por arte de magia. Un peligroso disparo de Beñat cuando aún no se habían cumplido dos minutos alimentó esa fatua sensación, pero el BATE comenzó bien pronto a ganar cada balón dividido, imprimiendo a su fútbol una intensidad mucho más acorde con lo que estaba en juego.

Así llegó un primer gol a la salida de un córner que debió servir para sacar por fin a los rojiblancos de su incomprensible ensimismamiento, pero ni por esas. El BATE, agradecido, aprovechó la inesperada tesitura para seguir buscando las cosquillas a Gorka y Signevich casi marca el 2-0 a la media hora de juego, pero su remate se estrelló en un palo.

Como sea, las pérdidas de balón de los jugadores vascos eran tan notables y numerosas que era cuestión de tiempo que el BATE volviera a ver puerta, cosa que sucedió cuando Karnitski probó fortuna con un inocente remate desde la frontal que se envenenó tras tocar en Iraola. Gorka, que ya estaba vencido, no pudo hacer nada.

El panorama era el más negro posible pero Aduriz acudió al rescate justo antes del descanso con un buen tanto asistido por Muniain. El navarro, por cierto, fue uno de los pocos que se salvó de la quema junto a Laporte.

Quedaba toda una segunda parte para la redención, pero lo que llegó fue más tormento, porque si alguien pudo marcar tras la reanudación fue el BATE, otra vez más intenso que un Athletic desconocido hasta decir basta.

Susaeta, Aduriz y Toquero disfrutaron de ocasiones cuando el encuentro agonizaba, pero la suerte estaba ya echada. El Athletic se despidió de Bielorrusia con muchas más dudas de las que tenía al llegar, y eso ya era complicado así que imagínense cómo queda el panorama.

Los 'leones' siguen con vida en esta Champions, pero ahora mismo lo que urge es encontrar a un equipo que se ha perdido por el camino cuando nadie lo imaginaba. No busquen más el Arca, busquen al Athletic.

Marca.com